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Nunca en la historia de la humanidad, tantas personas se habían movilizado a tantos lugares, nunca en la historia de la humanidad las personas habían sentido la necesidad y la expectativa de trasladarse a otros lugares en busca de bienestar, aventura y nuevos desafíos.

Hoy las personas, especialmente las que atraviesan la adultez joven, manifiestan planes de viaje por formación, por probar nuevos espacios de trabajo o por vivir experiencias que les permitan construir su proyecto de vida.

Al mismo tiempo, personas ya formadas en la etapa media de la vida, ven con interés establecerse en nuevos países buscando mejores condiciones de vida o mejores accesos a servicios ajustados a sus necesidades de salud.

Si bien depende de cada persona, y de las condiciones que enfrenta quien migra, lo cierto es que la literatura coincide en señalar que mayoritariamente, en su llegada al país de acogida se precipitan ansiedades contusiónales además de persecutorias y depresivas. Las primeras surgen por la dificultad de diferenciar los sentimientos entre lo que se ha dejado y lo nuevo. Las ansiedades persecutorias se precipitan por a las exigencias del nuevo medio, lo que se puede agudizar cuando el lugar elegido tiene un idioma que el migrante no maneja.

Así las cosas, el proceso de inmigración puede causar una variedad de problemas psicológicos relacionados con:  negar la pérdida y la separación del país de origen y los efectos de las ausencias de los miembros de la familia, las costumbres y tradiciones familiares; Del mismo modo la exposición a un nuevo entorno físico; y. la necesidad de navegar por experiencias culturales desconocidas, requieren de flexibilidad y apertura al cambio. De este modo La llegada a un lugar nuevo puede generar variaciones en el clima psicológico de las personas, la sensación de miedo, soledad y nostalgia van a interferir en el desenvolvimiento y relacionamiento con las personas del lugar de destino.

En los medios de comunicación, recurrentemente escuchamos del El Síndrome Ulises, o también llamado Síndrome del Inmigrante, categoría que no describe una enfermedad particular, sino un cuadro de estrés reactivo de naturaleza intensa, similar al provocado por una pérdida o duelo extremo que se manifiesta en afectaciones importantes a la salud mental, que afectan a su vez, el equilibrio físico. Este cuadro presente en procesos de migración forzosa, se muestra también de manera atenuada en acompañantes o personas que cambian de país sin un proyecto de vida definido.

Los estresores más importantes son: la separación forzada de los seres queridos, que supone una ruptura del instinto del apego; el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades; la lucha por la supervivencia (dónde alimentarse, dónde encontrar un techo para dormir); y el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios (pateras, ir escondidos en camiones), las amenazas de las mafias, de la detención y la expulsión, o la indefensión por carecer de derechos. Pero además, estos estresores de tanta relevancia y que van más allá del clásico estrés aculturativo, se hallan incrementados por toda una serie de factores que los potencian, tales como: la multiplicidad (a más estresores, mayor riesgo; los estresores se potencian entre ellos); la cronicidad, ya que estas situaciones límite pueden afectar al inmigrante durante meses o incluso años (Achotegui)

Dentro del ámbito de la salud mental, la expresión sintomática de los trastornos mentales y la respuesta al tratamiento varían en función de la cultura de la persona. Las diferencias culturales se asocian con diferentes maneras de entender la salud y la enfermedad, así como con una manera propia de expresar el malestar.

Algunos autores hablan de que el proceso migratorio se asimila a un duelo que posee características específicas que lo diferencian de otros duelos, Al respecto, hay un hecho clave que diferencia el duelo migratorio del duelo por la pérdida de un ser querido, el objeto –el país de origen y todo lo que representa– no desaparece, no se pierde propiamente para el sujeto, pues permanece donde estaba y cabe la posibilidad de contactar con él. Es más, cabe la posibilidad de regresar un día, definitivamente, al lugar del origen. Así el duelo migratorio tiene las siguientes características:

Recurrentes: En el caso de la migración, el ir y venir emocional en relación al país de origen da lugar a que los procesos de elaboración de la separación funcionen de modo recurrente.

Esta influido por nuestra infancia: En la edad adulta, la estructura de la personalidad se halla ya formada, y los acontecimientos que se van viviendo actúan sobre algo ya construido, que tan sólo puede ser modificado en parte. De ahí que, cuando la persona emigra, ya está condicionada por lo que ha vivido en la infancia y, lógicamente, tendrá dificultades para adaptarse plenamente a la nueva situación.

Es un duelo múltiple. Posiblemente ninguna otra situación de la vida de una persona, incluso la pérdida de un ser querido, supone tantos cambios como la migración. Todo lo que hay alrededor de la persona cambia, tanto más, cuanto más lejana y distante culturalmente sea la migración

Provoca cambios en quién migra: Como no podía ser de otra manera, la multiplicidad de aspectos que conlleva la elaboración del duelo migratorio (familia, lengua, cultura o estatus, entre otros) da lugar a profundos cambios en la personalidad del inmigrante, hasta tal punto que modifican su propia identidad.

Despende de los mecanismos de Defensa: Al tener que afrontar tantos cambios a la vez, el inmigrante tiende con frecuencia a sentirse abrumado e inseguro, y a adoptar actitudes regresivas, Los mecanismos de defensa, en cuanto que mecanismos psicológicos de manejo de las emociones y los conflictos psicológicos, están obviamente presentes en la elaboración del duelo migratorio

En resumen, el proceso migratorio supone la inmersión en una nueva cultura y representa en sí mismo un conjunto de factores estresantes que pueden afectar la salud mental de cualquier persona sometida a dicha situación: separación obligada de los seres queridos, barrera idiomática, cambio de lugar habitual de residencia, pérdida de estatus social y marginación, discriminación percibida, precariedad laboral y económica, entre otros. El malestar para las personas es mayor si las culturas (origen y receptora) son muy diferentes entre sí. (MATARRANZ, s.f.); la necesidad de ayuda profesional y el apoyo de redes en el país de destino son herramientas que permiten fortalecer factores protectores que potencien una buena adaptación y permitan un mayor bienestar en el nuevo lugar de residencia.

 

Referencias

Achotegui, J. (s.f.). Migración y salud mental. El síndrome del inmigrante con estrés crónico y multiple. Universidad de Barcelona.

MATARRANZ, C. P. (s.f.). https://www.som360.org. Obtenido de https://www.som360.org/es/blog/desafio-salud-mental-personas-migrantes

 

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