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Chile, un país que históricamente se ha destacado por su estabilidad en la región latinoamericana, hoy se enfrenta a una preocupante realidad: un incremento significativo en la sensación de miedo e inseguridad entre sus habitantes. Los datos son elocuentes. Encuestas recientes revelan que una gran mayoría de la población percibe un aumento de la delincuencia y experimenta un temor constante en su vida cotidiana. La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) 2022 ya mostraba niveles históricos en la percepción de inseguridad, con más del 90% de las personas creyendo que la delincuencia había aumentado (La Tercera, 2023). Un informe más reciente indica que un alarmante 70% de los encuestados manifiesta sentir “mucho miedo” por la situación actual (SeguridadExpo 2025). Este miedo no es abstracto; se traduce en cambios concretos en los hábitos de la población, con un alto porcentaje evitando ciertos lugares o modificando sus rutinas por temor al delito.

En este escenario, es innegable el rol que juegan los medios de comunicación y, especialmente, las redes sociales. En un ecosistema informativo saturado de noticias sobre criminalidad, muchas veces presentadas de forma sensacionalista, la sensación de amenaza se amplifica exponencialmente. Las redes sociales, con su inmediatez y la viralización de contenidos, pueden convertirse en un caldo de cultivo para la difusión de rumores, casos aislados presentados como norma y una constante exposición a la violencia, real o ficticia. Esta sobreexposición mediática a eventos negativos puede generar una percepción distorsionada de la realidad, infundiendo un sentimiento de inseguridad generalizado que no siempre se corresponde con los índices reales de criminalidad en todas las áreas del país. Como señalan diversos estudios, la constante exposición a información negativa a través de los medios puede exacerbar las ansiedades preexistentes y generar nuevas inseguridades (ProfileTree, GA Excellence).

La pregunta que surge inevitablemente es: ¿cómo impacta este clima de miedo e inseguridad en la salud mental de los chilenos? Es lógico pensar que vivir con una sensación constante de amenaza tiene consecuencias directas en el bienestar psicológico. La internalización de este temor puede manifestarse a través de una variedad de síntomas. A nivel psicológico, las personas pueden experimentar tensión constante, nerviosismo e incapacidad para relajarse (NHS, s.f.). La preocupación excesiva por el presente y el futuro puede volverse crónica, acompañada de sentimientos de irritabilidad y dificultad para concentrarse (BetterHelp, s.f.). En casos más severos, puede surgir un miedo constante a que ocurra lo peor y desarrollarse pensamientos intrusivos o incluso comportamientos compulsivos (NHS, s.f.).

Las manifestaciones físicas tampoco son menores. El cuerpo reacciona al miedo y la inseguridad liberando hormonas del estrés, lo que puede traducirse en un aumento de la frecuencia cardíaca, respiración acelerada o sensación de falta de aire (WebMD, s.f.). Otros síntomas físicos comunes incluyen sudoración, temblores, sensación de debilidad o fatiga, tensión muscular e incluso problemas digestivos (Mayo Clinic, s.f.). La persistencia de estos síntomas puede afectar significativamente la calidad de vida de las personas, dificultando el sueño, las relaciones sociales y la capacidad de disfrutar del tiempo libre (NHS, s.f.).

Si bien no contamos con estudios específicos que cuantifiquen directamente la relación entre la percepción de inseguridad y la salud mental en Chile desde 2022 en los resultados de búsqueda proporcionados, sí sabemos que el país ya enfrentaba desafíos significativos en este ámbito. Un informe reciente indica que más del 20% de los adolescentes en Chile experimentan problemas de salud mental como ansiedad, depresión y estrés (PMC, 2024), una situación que podría verse agravada por un entorno social percibido como peligroso e impredecible.

Es crucial, entonces, abordar esta problemática desde una perspectiva integral. No se trata de negar la existencia de la delincuencia, sino de analizar críticamente cómo se construye la percepción de inseguridad y cómo ésta afecta la salud mental colectiva. Los medios de comunicación y las redes sociales tienen una responsabilidad ética en la forma en que presentan la información, evitando el sensacionalismo y el enfoque exclusivo en lo negativo. Es fundamental promover una cultura de la información responsable y fomentar el pensamiento crítico en la ciudadanía para que pueda discernir la realidad más allá del ruido mediático.

Asimismo, es necesario fortalecer las políticas públicas de seguridad, pero también invertir en salud mental, facilitando el acceso a servicios de apoyo psicológico para quienes se vean afectados por esta creciente sensación de inseguridad. Fomentar la cohesión social, reconstruir la confianza entre los ciudadanos y promover espacios seguros de encuentro y diálogo son también elementos clave para revertir esta tendencia.

En definitiva, la alta sensación de miedo e inseguridad en Chile es un problema complejo con múltiples aristas. Ignorarlo o minimizarlo sería un error. Abordarlo requiere un análisis profundo de las causas, un debate informado sobre el rol de los medios y las redes sociales, y un compromiso firme con la salud mental de todos los habitantes. Solo así podremos empezar a disipar la sombra del miedo y construir una sociedad más segura y resiliente para todos.

 

Bibliografía:

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