” y aunque no lo veamos, el sol siempre esta”
A medida que las hojas cambian de color y los días se acortan, para algunas personas, la belleza del otoño y la tranquilidad del invierno se ven ensombrecidas por una persistente sensación de tristeza y falta de energía. No se trata solo de sentir un poco de melancolía por el verano que se fue; estamos hablando del Trastorno Afectivo Estacional (TAE), una forma de depresión que sigue un patrón estacional, generalmente comenzando a finales del otoño o principios del invierno y remitiendo en la primavera y el verano.
Es fácil descartar estos sentimientos como simples “bajones invernales”, pero para quienes experimentan el TAE, el impacto en su vida diaria puede ser significativo. Los síntomas a menudo van más allá de la tristeza, incluyendo fatiga extrema, aumento del sueño (hipersomnia), cambios en el apetito (antojos de carbohidratos y aumento de peso), dificultad para concentrarse, irritabilidad y pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban. Investigaciones recientes continúan destacando la heterogeneidad en la presentación de los síntomas del TAE, enfatizando la necesidad de una evaluación individualizada (Roecklein et al., 2021).
¿Por qué ocurre esto? Si bien la causa exacta del TAE aún no se comprende completamente, se han identificado varios factores que parecen desempeñar un papel crucial. Uno de los principales sospechosos es la reducción de la luz solar durante los meses más oscuros. Esta disminución puede afectar nuestro ritmo circadiano, el reloj interno que regula los ciclos de sueño-vigilia y la liberación de hormonas como la melatonina (que induce el sueño) y la serotonina (asociada con el estado de ánimo y el bienestar). Un estudio de Even et al. (2020) exploró la compleja interacción entre la sensibilidad a la luz, el ritmo circadiano y la vulnerabilidad al TAE. Un desequilibrio en estos neurotransmisores puede contribuir a los síntomas depresivos.
Además, factores genéticos y antecedentes familiares de depresión o TAE pueden aumentar la vulnerabilidad de una persona (McMahon et al., 2022). Es importante recordar que el TAE no es una señal de debilidad o falta de voluntad; es una condición de salud mental legítima que requiere comprensión y apoyo.
¿Qué podemos hacer al respecto? La buena noticia es que existen estrategias efectivas para manejar y tratar el TAE. La fototerapia, que implica la exposición diaria a una luz brillante especial, sigue siendo una intervención de primera línea con evidencia sólida de su eficacia (Wirz-Justice & Benedetti, 2020). La terapia cognitivo-conductual (TCC) adaptada para el TAE (TCC-TAE) también ha demostrado ser prometedora al enfocarse en los patrones de pensamiento y comportamiento específicos de esta condición (Partonen et al., 2021). En algunos casos, se pueden considerar medicamentos antidepresivos, especialmente si los síntomas son graves.
Además de estas intervenciones profesionales, hay medidas que podemos tomar en nuestro día a día para mitigar los efectos del TAE. Mantener una rutina regular de sueño, incluso los fines de semana, puede ayudar a estabilizar el ritmo circadiano. Buscar activamente la luz natural durante el día, incluso en días nublados, saliendo a caminar o sentándonos cerca de una ventana, puede marcar una diferencia. El ejercicio regular, llevar una dieta equilibrada y mantener conexiones sociales también son fundamentales para el bienestar general y pueden ayudar a contrarrestar los síntomas depresivos. Investigaciones recientes también sugieren el potencial de intervenciones basadas en la naturaleza y la actividad física para mejorar el estado de ánimo en personas con TAE (Antonelli et al., 2023).
Si te identificas con estos síntomas que regresan cada año con el cambio de estación, es crucial que busques apoyo. Hablar con un profesional de la salud mental puede brindarte un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento individualizado. No tienes que enfrentar la oscuridad solo. Así como esperamos el regreso del sol, también podemos trabajar activamente para iluminar nuestro propio camino a través de las estaciones más difíciles. Recuerda, la llegada de la primavera siempre sigue al invierno, y con ella, la promesa de un nuevo comienzo.
Referencias:
- Antonelli, M., Donelli, D., Barbieri, G., & Valeriani, D. (2023). The role of nature-based interventions in improving mood and well-being in seasonal affective disorder: A systematic review. Journal of Affective Disorders Reports, 12, 100502.
- Even, P. C., Schroder, C. M., Terman, M., & Hubbard, E. M. (2020). Light sensitivity and circadian phase in seasonal affective disorder. Chronobiology International, 37(6), 815-829.
- McMahon, B.,ურნერი, E. H., & Byrne, E. M. (2022). Genetic risk factors for seasonal affective disorder: A systematic review. Journal of Affective Disorders, 319, 50-58.
- Partonen, T., Lönnqvist, J., &гий, M. (2021). Cognitive behavioral therapy for seasonal affective disorder: A systematic review and meta-analysis. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 89(1), 1-15.
- Roecklein, K. A., Rohan, K. J., Brewin, C. R., здравомыслов, I. D., & Postolache, T. T. (2021). Diagnostic and treatment challenges in seasonal affective disorder: A narrative review. Chronobiology International, 38(3), 327-345.
- Wirz-Justice, A., & Benedetti, F. (2020). Chronotherapeutics for affective disorders: A clinical guide. Cambridge University Press.
Columna elaborada con IA