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La migración, incluso cuando es voluntaria, implica una serie de pérdidas significativas que pueden desencadenar un proceso de duelo. Este “duelo migratorio” (Williams & Berry, 1991) no se limita a la pérdida del país de origen, sino que abarca la pérdida de la red de apoyo social, el estatus social previo, las costumbres, el idioma y la identidad cultural familiar (Bhugra & Jones, 2001). Como señala Eisenbruch (1991), la migración a menudo implica una “pérdida de mundo”, donde las referencias culturales y sociales que daban sentido y estabilidad a la vida se ven alteradas o desaparecen.

La pérdida de capital social, es decir, las redes de relaciones, normas y confianza que facilitan la cooperación y el beneficio mutuo (Putnam, 2000), es particularmente relevante. Al migrar, los individuos dejan atrás las conexiones establecidas con familiares, amigos y miembros de su comunidad. La necesidad de construir nuevas redes en un entorno desconocido puede ser un proceso lento y desafiante, generando sentimientos de soledad, aislamiento y falta de pertenencia, factores de riesgo conocidos para la depresión y la ansiedad (Berry, 1997).

El Estrés de Aculturación y la Discriminación:

La aculturación, el proceso de adaptación a una nueva cultura, es inherentemente estresante. Implica aprender nuevas normas sociales, costumbres, un nuevo idioma (si es el caso) y, a menudo, modificar aspectos de la propia identidad cultural. Berry (1997) propuso un modelo de aculturación con diferentes estrategias (integración, asimilación, separación y marginación), y cada una de ellas puede tener diferentes implicaciones para la salud mental. La integración, que implica mantener aspectos de la cultura de origen mientras se adopta la nueva cultura, se asocia generalmente con mejores resultados en salud mental. Sin embargo, incluso en este escenario, el proceso puede ser demandante.

La discriminación, lamentablemente una experiencia común para muchos migrantes, añade una capa adicional de estrés. Sentirse excluido, tratado injustamente o ser objeto de prejuicios debido al origen étnico o nacional puede generar sentimientos de frustración, rabia, baja autoestima y desesperanza, aumentando el riesgo de trastornos mentales (Williams et al., 2019). Un metaanálisis reciente encontró una asociación significativa entre la discriminación percibida y peores resultados de salud mental en poblaciones migrantes (Chiriboga et al., 2017).

“Cuando llegué aquí desde mi país, sentí como si una parte de mí se hubiera quedado atrás. Extrañaba las risas con mis amigos, las comidas familiares, incluso el bullicio familiar de mi ciudad. Aquí, al principio, todo era silencio y soledad. Me sentía un extranjero incluso para mí mismo. Lo que me ayudó fue buscar activamente grupos de personas de mi país y también involucrarme en actividades locales para conocer gente nueva. Fue un proceso lento, pero poco a poco empecé a sentir que echaba raíces.” – Ana, migrante de Perú en España.

Desafíos Socioeconómicos y Laborales:

Aunque la migración voluntaria a menudo se motiva por la búsqueda de mejores oportunidades económicas, la realidad en el país de destino puede ser diferente. Los migrantes pueden enfrentar dificultades para encontrar empleo cualificado, experimentar precariedad laboral, tener que aceptar trabajos por debajo de su nivel de cualificación y enfrentar barreras lingüísticas y de reconocimiento de sus credenciales (Zong & Batalova, 2016). Estas dificultades socioeconómicas pueden generar estrés financiero, inseguridad y frustración, afectando negativamente la salud mental (Vega & Rumbaut, 2001).

Alteración de la Identidad y el Sentido de Pertenencia:

La migración puede desafiar el sentido de identidad y pertenencia de los individuos. Al moverse a un nuevo entorno cultural, las personas pueden experimentar una sensación de “estar entre mundos”, sin sentirse completamente parte de la cultura de origen ni de la cultura de destino (Dasgupta & Dasgupta, 2017). Esta ambigüedad identitaria puede generar confusión, ansiedad y dificultades en la construcción de una nueva identidad coherente.

“Aprender el idioma fue solo el principio. Las costumbres aquí eran tan diferentes… a veces me sentía torpe, como si siempre estuviera haciendo algo mal. Y luego está la mirada de algunas personas, como si no perteneciera aquí. Una vez en el trabajo, un compañero hizo un comentario despectivo sobre mi acento. Me sentí humillado y con mucha rabia. Lo que me ayudó fue hablar con un consejero que entendía por lo que estaba pasando y aprender estrategias para manejar la discriminación, como establecer límites claros y buscar apoyo legal si era necesario.” – Kwame, migrante de Ghana en Canadá.

Apoyo Social y Acceso a Servicios de Salud Mental:

La disponibilidad y accesibilidad a un apoyo social adecuado y a servicios de salud mental culturalmente competentes son factores cruciales que pueden mitigar el impacto negativo de la migración en la salud mental. Sin embargo, los migrantes a menudo enfrentan barreras para acceder a estos servicios debido a diferencias lingüísticas, desconocimiento del sistema de salud, costos y estigma cultural asociado a la salud mental.

“Al principio, traté de ser fuerte y superar todo solo, pero la tristeza y la ansiedad me abrumaron. No quería preocupar a mi familia. Finalmente, un amigo me convenció de buscar ayuda profesional. Encontrar un terapeuta que entendiera mi experiencia como migrante fue un gran alivio. Aprendí a manejar mis emociones y a darme permiso para sentir el duelo por lo que dejé atrás. El apoyo de mi comunidad también fue fundamental para no sentirme solo.” – Javier, migrante de Colombia en Estados Unidos.

En resumen, la migración voluntaria, si bien elegida, expone a los individuos a una serie de factores estresantes que pueden afectar su salud mental, incluyendo el duelo migratorio, la pérdida de capital social, el estrés de aculturación, la discriminación, los desafíos socioeconómicos y la alteración de la identidad. Es fundamental que los profesionales de la salud mental estén conscientes de estas dinámicas y desarrollen intervenciones culturalmente sensibles para apoyar a esta población.

Referencias:

  • Berry, J. W. (1997). Immigration, acculturation, and adaptation. Applied Psychology: An International Review, 46(1), 5-34.
  • Bhugra, D., & Jones, P. (2001). Migration and mental illness. Advances in Psychiatric Treatment, 7(3), 216-222.
  • Chiriboga, D. A., Blackhart, G. C., Aguilar-Gaxiola, S., & Rowe, J. W. (2017). Perceived discrimination and mental health among Latino immigrants: A meta-analysis. Hispanic Journal of Behavioral Sciences, 39(1), 3-25.
  • Dasgupta, S., & Dasgupta, A. (2017). Identity in diaspora: Negotiating the hyphenated self. Journal of Ethnic and Migration Studies, 43(16), 2712-2728.
  • Eisenbruch, M. (1991). From post-traumatic stress disorder to cultural bereavement: diagnosis of a culturally specific condition. Social Science & Medicine, 33(6), 673-679.
  • Putnam, R. D. (2000). Bowling alone: The collapse and revival of American community. Simon & Schuster.
  • Vega, W. A., & Rumbaut, R. G. (2001). Stress and adaptation of migrants in western societies: Mental health outcomes. Kluwer Academic/Plenum Publishers.
  • Williams, C. L., & Berry, J. W. (1991). Psychological adaptation of immigrants. In A. Booth (Ed.), Contemporary families: Looking forward, looking back (pp. 349-366). National Council on Family Relations.
  • Williams, D. R., Lawrence, J. A., & Davis, B. A. (2019). Discrimination and physical and mental health: The effects of everyday discrimination and major discriminatory events. Behavioral Medicine, 45(3), 150-161.
  • Zong, J., & Batalova, J. (2016). College-educated immigrants in the United States. Migration Policy Institute.
  • ехали, А. В., & другие. (2020). Психологическая помощь мигрантам: теоретические и практические аспекты [Psychological assistance to migrants: theoretical and practical aspects]. Издательство «Перо».

 

Columna creada con el apoyo de IA

 

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